lunes, 10 de octubre de 2011

La Telaraña

Cuando desperté, ni siquiera pude reconocer de quien era el reflejo del espejo en la habitación del hospital.

El cuerpo me dolía, mis brazos estaban al costado de mi cuerpo, aun recuerdo el frío que me provocaba el    suero que entraba por mis venas, sangre tibia, deliciosa. Mis piernas no respondían sólo podía ver que mi dedo gordo, del pie derecho, se asomaba por el final de la sábana. Esta sensación familiar de nuevo, cierro los ojos. Ya no puedo pensar.

Cuando vuelvo a despertar ya no siento el frío en mi brazo, tengo calor, hace mucho calor.
-¡Demonios, que alguien prenda el maldito aire acondicionado!
Grito sin ser escuchada, golpeo la puerta blanca que está frente a mí sin respuesta alguna. De repente veo unos ojos, curiosos, negros, a través de la ventanita de la puerta.
-¡Qué me ves! ¡Déjame salir!- los ojos desaparecen y me pregunto porqué, me recargo sobre la pared y me deslizo suavemente hasta sentarme, >> ¿Qué está pasando?<<
De repente escucho como se abre la manija de la puerta, dos hombres grandes y vestidos de color hueso entran en mi espacio, me cogen de los brazos y me sacan de mi refugio. Me castigan, por más que yo les grite y les diga que me suelten no lo harán, pataleo y les escupo en la cara, trato de seguir con mi estrategia violenta de convencimiento, siempre funciona, pero esta vez uno de ellos, el más menudo me abofetea y me dice que cierre la boca de una vez. Trato de zafarme pero es inútil, me llevan a otro cuarto con una cama y una gran lámpara arriba de ésta como si estuviera observándolo todo, me acuestan por la fuerza y me amarran grotescamente manos y pies con correas de cuero. Me dejan sola y parece eterno el tiempo, oigo el zumbido de una mosca que pasa cerca de mi oreja, el sonido de mi respiración me aturde y dejo de respirar.
Alguien entra de golpe al cuarto seguido por unas cuantas mujeres pequeñas que, apenas se distinguen sus rasgos bajo la máscara, parece como si fueran el harén privado de ese hombre que tampoco distingo su rostro, sus ojos son de color verde, casi inertes y sin esa chispa de deseo que se les ve a los humanos. Se parecen a los míos. Enciende la lámpara y la luz me quema los ojos como mil soles, maldigo cien veces en voz alta a ese hombre y a su harén. En la sien me ponen unos chupones con cables que van dirigidos a una cajita, en la boca me ponen un asqueroso trapo azul, ellos hablan entre sí pero yo no distingo palabras, ¿Son acaso de otro planeta? Una gran carga eléctrica entra de golpe en mi cuerpo, recorre mi cabeza, baja por el cuello y se aloja en el pecho, mi corazón late rápidamente, mis pulmones se contraen y el oxígeno ya no parece ser tan importante, baja a mi estómago y lo retrae de tal manera que necesito urgentemente vomitar, el espasmo me recorre hasta las uñas de los pies, esta sensación una y otra vez que me sacude bruscamente, cada una mas fuerte y amenazadora que la anterior. Cierro los ojos, me dejo ir.

Cuando despierto estoy de nuevo en el horroroso cuarto con la puerta blanca y la ventanita. Me toco la cabeza para ver si aun esta en su lugar, mi hermoso cabello rojo ha desaparecido, y me pregunto a que hora lo corté, seguro fué ese zar con su asqueroso harén quien me hizo esta maldad, pero ya verán, cuando salga de aquí les arrancaré el cabello uno por uno. No recuerdo ni siquiera mi nombre, ¿Alguna vez tuve alguno? Seguramente si, ¿Alguien se acordará de mi?   Seguramente no. Violentas imágenes entran a mi cabeza, de alguna vida pasada serán, soy yo pero no me reconozco, me paro y voy hacia la escasa fuente de luz que me da la ventana engalanada con barrotes, miro la luna, el cielo, el valle, me miro a mí tratando de escapar, pero no es un escape cualquiera, ya no quiero regresar. Duele cuando tratas de escapar y no funciona, duele el cuerpo y las articulaciones, ¿O será que me estoy volviendo vieja? Me siento inmóvil, incapaz de hacer algo, creo que alguien me dijo una vez que yo nunca podría hacer nada con mi vida, que sólo sería un estorbo para la sociedad, supongo que tenía razón, les demostraré que no seré una carga para nadie que lo único que he podido hacer en mayor parte de mi vida, si es que se puede decir a esto vida, es flagelarme a tal punto en que ya no pueda ver mas mi sangre cayendo a borbotones, pero siempre termino viendo. Ahora será diferente, ahora escaparé definitivamente y nadie podrá alcanzarme, no al lugar al que voy. Estoy en la cima del edificio más alto de este mundo, abro los brazos y me dejo ir, mi mente colapsa contra el pavimento frío e indiferente de la humanidad.
Mi mente se acaba de suicidar.

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